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La cuarentena sigue...

La cuarentena sigue.

La pesadumbre empieza a impregnar algunos rincones de la casa.

De a poco lo que se vuelve una rutina impensada de restricciones logra mellar y sobrevivir el silencio, el tedio, el más allá que no tiene una conclusión certera.

Vedados, amontonados o aislados, este tiempo, cercano al mes, dejará marcas en nuestras vidas. Las pantallas tan criticadas nos salvan del derrumbe emocional. Treinta años atrás qué hubieramos hecho?

Las redes virtuales le ganaron la pulseada a las redes sociales. Y si hace poco presumíamos de cuestionar que red social debía referirse a la red afectiva física, palpable, la que se refuerza con abrazos y el contacto físico, hoy quedó en cuenta de protección. Grogui. Y la vida mediatizada por la tecnología pueden restituirnos algo de humanidad en un temporal virósico que nos desconcierta y arrasa muchas de nuestras pequeñas certezas que rezamos como letanías cotidianas, parte de un credo urbano y a medida. Hoy, quien se encuentra aislado sin congéneres con quien lidiar una convivencia hacinada, esta es tal vez la única red social valedera.

 

Señoras y señores, la tan cuestionada red social, vive su momento de gloria y este presente le da la oportunidad histórica, su bautismo de fuego, para reparar el daño que le infringieron escépticos y detractores de lo intangible. Hoy tenemos ésto, una pantalla, que no es poco.

 

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La bronca de Atilio

Atilio estaba que volaba.

¿Ansiedad o angustia?

Se fastidiaba de un psiquiatra porteño que habla a través de su celular en las redes y comenta de modo muy canchero que está cansado de ir “de acá para allá” en su casa, (que a todas luces no parece un monoambiente), que bien podría usarse como escenografía de Falcon Crest o novela similar de gente acomodada afecta a los negocios de alto calibre.

 

Atilio agrega, “Y el tipo dice, piensen en hoy, no piensen en el futuro porque eso angustia, porque eso genera ansiedad”. A mi amigo le irrita que para el fulano en cuestión, su “de acá para allá” representen 25 vueltas olímpicas a su depto. Que no le vengan con boludeces clasistas y de que se cansó de ir desde la casita del casero (tres veces su depto), hasta el portón de entrada (donde pueden pasar tres vehículos al mismo tiempo). ¡Mostrá un poco más de empatía, la puta que te parió! ¡filmá adentro de tu casa para que no se note tanto que no vivís en un country!. Yo solo escucho a mi amigo, me encojo de hombros y guardo un respetuoso silencio. Cosas de la cuarentena,me convenzo.

 

Y lo que más molesta a Atilio es la gente que vive en un monoambiente como el de él y sin embargo escucha al tipo éste y hace ommmm al tiempo que junta las yemas de sus dedos indice y pulgar y recita “vivamos el presente” “lo importante es el aquí y ahora”.

 

Con dificultad, convenzo a mi amigo que son cosas que provoca el aislamiento social, que cuando esto termine, el sentido común tal vez florezca, aunque queden unos cuántos meses para la primavera. “Eso suena muy alentador” mientras se cebaba un mate y me hacía salud ofreciéndome uno virtual. Venía trabajando en un proyecto, pero le arremetieron de hablar con alguien, o sea yo. A veces, para mis amigos me considero un cable a tierra. Pero ya estoy acostumbrado.

 

Cosas de la cuarentena, me digo.

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Cuarentena, día ¿19?

Otro día más que el aislamiento social comienza a mellar el ánimo.

Los videos más diversos llegan por la acción y voluntad de gente sumergidas en el ocio improductivo donde, al parecer, sólo saben vivir mediatizados por una pantalla. El confinamiento del ostracismo, deteriora el intelecto, y comienza a aumentar la angustia y disparar – adrenalínica - la ansiedad.

Memes, plaquitas, banners, audios y videos, todos ellos con mensajes que portan reflexiones resentidas, culpabilistas, deseosas de aumentar la grieta, otras lisérgicas y esperanzadas. Un popurrí de historias que recorren distancias entre la redención y el juicio final, tantas veces anunciada un domingo a la mañana por nuestros amigos testigos de jehová.

 

Y, sí. El aislamiento produce estragos. Y aparece lo psicológico como novedad, y pululan como si se tratara del descubrimiento de petróleo en el Parque Independencia, videos, recomendaciones. ¿Y el arte? ¡Otra nueva piedra filosofal, luego de la dilución del fútbol como la sal en agua tibia. ¿Qué sería de ese colectivo de hippies y drogadictos que entretienen hasta dimensiones estelares?. ¿La saturación de arte se antepone al desquicio? Hasta teatro por internet te ofrecen. Disciplinas intangibles que comienzan a cobrar preponderancia. Intangible en el sentido de la primer valoración. “Papá, voy a estudiar psicología” le dije a mi padre que me miraba con los ojos desorbitados, como si le confirmara que me convertiría a una secta fundamentalista y guerrillera que se dedicaba a volar escuelas y hospitales en Medio Oriente. O el caso de que anunciás que vas a estudiar música… ¿ajá, y de qué vas a trabajar? A esto me refiero cuando digo que NO son valoradas, porque se banaliza la profesión y el oficio, y sin embargo hoy escucho a psiquiatras, psicólogxs, con mensajes repletos de sentido común y otros no tanto ante el bombardeo de información entre mórbida y necrológica.

 

Y algunos te dicen que ojo no pienses cuanto va durar esto ¿Cómo? Esto es como cuando vas a correr, 5, 10, 21, 42 km. No la corres al mismo ritmo, entonces tenes que graduar, no empacharte con películas como pato comiendo tripas y asaltar la heladera con voracidad de clase media frustrada en su “no poder ser-hacer”. No señor. Eso es desbarrancar y tampoco la gran China Zorrilla, que en “Esperando la Carroza” pregona “lo mejor es no pensar”. Eso es negar, y volvemos a que la negación es uno de los grandes males de nuestra cultura.

 

Creo, profundamente, que este tiempo que nos toca y nos alcanza y nos envuelve de alguna manera, es un tiempo Kairos, de oportunidades. Pero sin perder de vista el futuro, que nos vuelve humanos. La noción consciente de futuro nos pertenece a nosotros, como especie humana. No nos conformemos en un presente. El futuro es una dimensión que nos humaniza. Eso sí, el corto, el mediano y el largo plazo empiezan ya.

Día 8

 

Lo que queremos es una vacuna y volver a hacer lo que hacíamos, pienso cada tanto. Como ocurre habitualmente, rezamos por una medicina milagrosa.

¿Y el fútbol? Dejó de importar, sólo que su ausencia delata otras carencias. ¡La pucha que llenaba los incómodos silencios! (en ciertas convivencias).

 

¿Seremos mejores personas?

Podemos mirar el lado vacío y el lado lleno. Algo te taladra el espíritu, y otro lo enaltece.

 

Acá, en medio de esta ruralidad, todo sigue espantosamente igual. Tropezándome con mi soledad a cada rato. Tenga ganas de asesinar a alguien (pero desisto porque estoy solo). No dejo de inquietarme por obligarme a convivir conmigo mismo. Preparándome para no se qué, porque no sabemos cuando terminará esto. Sí, digamos que la renovación del contrato de aislamiento operará el 1 de abril.

La segunda temporada mira desconfiada la anunciada transformación que nos devolverá a las arenas de la rutina transformados, más humanos…

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Cuarentena, día no se cuánto (creo que 6)

Indudablemente los días se acumulan en un sin saber del tiempo y sus cronos. Está muy claro que no son vacaciones pero la sensación de pasar las 24 hs en tu casa comienza a distorsionar la percepción del tiempo. ¿Acaso correspondía ponerle el mote de distorsión, sino de una nueva percepción? De asignarle una atención especial cuando debes pensar en qué día estás.

Estas cosas ocurren en vacaciones, y de las buenas, se convence. En aquellas ocasiones, obtenía una señal inequívoca de que el descanso había resultado su efecto. La cabeza y el cuerpo quedaban prestos para retomar las actividades

 

Y durante estos días pensé en el pedido de varios, para que escribiera sobre este tiempo. No calendarizado sino como una oportunidad única de reflexionar

 

Y la verdad, es que por un lado, reconozco que todo esto resulta un tedio, y por otro uno se encuentra con más tiempo. Horas de nuestra vida no programadas que se pueden volver tóxicas. Reconocés dependencias y pequeñas adicciones, esas imperceptibles cuando el ruido reina, hasta que en el silencio impensado, las ves bien, con la rutina trabada en algún engranaje.

 

Y, sí. La vida está fuera de casa, pero ahora con tiempo completo dentro de ella, aparecen interpretaciones cósmicas, como si esto fuera una bendición o una señal que la naturaleza nos ofrece para mejorar nuestra especie, para rescatar lo importante de lo banal. Para escupir la mierda como si la comida ingerida en varios lustros de pisar esta tierra, la pudieras vomitar y quedar liviano, desintoxicado.

 

Sigo convencido que la negación es nuestra peor enfermedad. Como cuando decís que alguien tiene capacidades especiales cuando le falta un brazo, tiene síndrome de down o no puede ver. Y pienso que tener una discapacidad no te hace especial. Te hace esforzar para compensar lo que falta, y además depender. Lo que duele es reconocer que perdiste autonomía. Y en esta cuarentena quizás, lo que hemos perdido es la capacidad de hacer lo que hasta hace poco hacíamos. ¿Un real? En términos psicoanalíticos sería convencernos de que vivimos sobre una construcción de naipes, o bien nos reconocemos que tenemos una tendencia a construir casitas con ladrillos extraídos de un mazo marcado.

 

Todo el mundo pregona que luego de esta crisis provocada por la peste seremos mejores buenas personas. Que el virus nos redimirá. ¿Tan asi? ¿Tanta esperanza en la especie humana?

¿Qué nos hace pensar que cambiaremos?

Cuarentena. Día 2

Con frecuencia pensaba en que la negación es la más frecuente de las patologías. Casi como el resfrío o las contusiones al cuerpo. Negar anestesia, casi como una buena dosis de morfina para un paciente terminal, que olvida esos dolores que lo pondrían de cara contra la parca, que al parecer no se presenta muy dulce, para nuestra mirada occidental.

Y esto del virus, como una peste global, tantas veces vaticinada desde las pantallas de cine, finalmente se instaló. A pesar de la incredulidad, los gobiernos toman medidas que se demuestran efectivas a partir de la sensación de absurdo, ridiculez y el desatino que reina entre quienes deben obedecerlas, y que son en su mayoría, la sociedad (casi) toda. La incredulidad es prima hermana de la negación. Resulta absurdo paralizar la economía de un país (de varios), de un continente ... de varios países de varios continentes: impensado.

Y está ocurriendo.

Con un reflejo de lucidez reflexionó sobre la epidemia, mutada en pandemia, (como cuando se cambia la carátula de una causa judicial de “homicidio culposo” a “homicidio simple”), y que como escribía Bretch hacía tantos años atrás, que no debías preocuparte sólo cuando golpearan tu puerta y vinieran por vos (¡ojo que eso no dijo exactamente Bertholdt!), sino que tenias mucho tiempo para reconocer las primeras señales. No prestaste atención a detalles que a los ojos ajenos parecían alucinaciones, pequeñas obsesiones dignas de un alma y una mente perdidas en fabulaciones sin asidero. Se preguntó si cada uno de nosotros no guardaba una suerte de “pequeño Bolsonaro”, un negador compulsivo que cruzaría la calle sin mirar y sólo reparar en el colectivo, cuando lo tuviera a metros nomás. En Latinoamérica esto recién comienza, y este salame negador (el Bolsonaro real), subido al carro de la soberbia derechista, se lleva puesta la alegría brasilera.

¿Qué hubiera pasado en nuestro país si estaba el gato?

No bendijo este aislamiento, pero reconoció el hecho de que esta cuarentena se va convirtiendo en trascendental. Un antes y un después. El problema de escribir la historia mientras ésta ocurre. Años después sedirá, al recordar estos sucesos como “en los tiempos de la cuarentena”. El aislamiento, el temor a lo desconocido, a lo intangible, al silencioso copamiento que hace el virus en nuestro cuerpo. Un troyano que cuando despierta destruye. Tantas amenazas de virus troyanos en nuestras computadoras y esto que se nos hace carne. Metáfora virtual que se vuelve física… y real de este lado de la pantalla.

Contempló las noticias y observó una realidad circundante que no es la que él vive. En el campo, el escenario sigue siendo el mismo. Los ruidos de la autopista, algún ladrido, el viento que se cuela entre las ramas tupidas de los olmos, el canto de los pájaros, algunas ranas por las noches y los persistentes grillos por las noches. Poco ha cambiado, perturbada solamente por una anunciada y obligada soledad. El ruido y los beneficios de la ciudad deberán posponerse quien sabe hasta cuándo.

Alentado por su amigo, se decidió por escribir estas líneas. Como una crónica de la soledad.


Marzo 2020

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