
EDUARDO MAROSTICA
Lunes de relatos y breves divagues
La Misa
Las celebraciones religiosas a veces pueden resultar soporíferas.
Los adultos se obligan, rindiéndose ante un superyó religiosamente cultivado desde la infancia, y arrastran a la prole, que sin poder de contradecir, va. Y como ovejas, que antaño marchaban al sacrificio, acompañan en el aburrimiento y las contradicciones a mamá, papá, la tía religiosa y (¿por qué no?) a la abuela que quiere asegurarse un lugar cerca de su difunto esposo. No vaya a ser cosa que todo esto del cielo resulte cierto y se quede afuera.
La misa comienza, y un señor panzón vestido con una túnica blanca, hace levantar a la feligresía, la hace sentar, ahora de rodillas. ¡Uf! Cuántas órdenes. “No quiero pa”. Y pa que no escucha, o se hace el sordo. Y cada vez que el señor que levanta las manos, habla y da ordenes; dice “amen” y algo ocurre a su alrededor...
El niño presta atención. Casi con lógica de computación, el señor panzón, luego de pronunciar varias veces la palabra mágica, se dispone a bajar de su mesa, que es más grande que la de su casa (¿y comerá sólo?) y que está más alta de donde está él y toda la gente (¿Por qué está más alto, pa?).
La gente forma fila y el señor levanta algo así como un CD más chiquito y vuelve a decir la palabra mágica y ahora la gente abre la boca, el señor le introduce el CD (¿el cuerpo de qué?) y el don o la doña cierra la boca y se retira. Pase el que sigue. Otra vez, “Amén” y se repite la secuencia.
El niño asombrado en su hallazgo, tira del pullover del padre para llamarlo en modo MUTE. Cuando el padre lo mira, le hace señas de que se acerque, porque está en modo MUTE y no puede hablar. El niño lo ayuda a acercarle la oreja para que quede pegado a su boca, como hacen los cantantes con el micrófono cuando cantan en la tele. Tapa sus palabras con sus manos, para asegurarse que nadie vea que habla y menos que lo escuche. Esto es muy importante y al parecer nadie se dio cuenta.
- ¿Papá cuando el cura dice AMEN es como si hiciera ENTER?