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“Pago yo” y el dilema del varón proveedor

Por Eduardo Marostica

Las cosas cambian. Las épocas pasan ¿Qué es lo que persiste? Para algunos la necedad de no comprender que las cosas han cambiado.


Un amigo me confiesa que la novia de su hijo no quiere que le paguen cuando salen a tomar algo. Este comportamiento se presentaba como revolucionario hace no más de dos generaciones atrás, raro tan sólo una generación; y hay que admitir que hoy en día resulta algo habitual. Por lo menos en términos estadísticos.

 

“De cada diez minas que hay, con cuantas te encontrás así? - me interpela
“¿Cinco? -Le devuelvo la duda con un número incierto.

 

El machismo impone el modo proveedor. Aunque muchos varones no se sientan cómodos o no acuerden y los obliguen a sostener una pasividad femenina que las chicas ya no están dispuestas a aceptar. Sin embargo algunas de ellas se permiten observar con recelo estos nuevos comportamientos donde la galantería va perdiendo terreno por considerarse “la antesala del machista”.

 

“No te puedo creer”- repetía mi amigo, llevándose a la frente las palmas de sus manos.

Y, sin ir más lejos, el otro día en el colectivo dos vecinas se realimentaban argumentando una secuencia que para ellas era muy nítida “primero te acostumbran a depender de él ¿viste? Y cuando te tiene agarrada, te fajan ¿y a dónde vas a ir?

 

Al margen de lo anterior decía que algunas mujeres miran con recelo estas nuevas prácticas (¿obligadas?) de los varones. Mi vecina del cuarto piso, que ha superado los cincuenta largamente, espanta estas ideas de paridad e igualdad progresista y abiertamente malpiensa que los tipos que no pagan pensando ¿en que la mujer se moleste? ¡Por favor! Esos tipos se aprovechan de la situación, ¡¡son unos ratas!!

 

Lo cierto es que en el acto de pagar se insinúa una ¿como llamarla? ¿No pasividad?

¿Entonces qué hago?- insiste mi amigo. “A las minas de ahora le querés pagar y un poco más te denuncian, y si no lo hacés piensan que sos un miserable”
“Si, así es, mi vecina del cuarto opina igual”.

“¿Me podés decir que carajo hago?”

 

Y sí muchachos, la incertidumbre es la prueba más concreta de que los escenarios y las personas han cambiado y lo seguirán haciendo.

No la tenemos clara.

Empecemos a reconocer que no saber qué hacer en algunas situaciones es un buen comienzo.

Eso sí. Algo desconcertante.

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