top of page
“Hay que darle para adelante”.
La impronta de la cuarentena.


 

Y en cuarentena te piden que sigas adelante. ¡Dale, dale! Como si escucharas el aliento que alguien te insufla cuando te faltan esos metros para llegar. Pero esto es distinto, acá no te dejan correr ni salir, a no ser que lo hagas en una cinta o pasear en una bicicleta fija. La salud del confinamiento se resquebraja ante el imponderable de la “salud”, con mayúsculas. Vos podés ser tan jodido como el mismo virus. Y por eso te tratan así. Si pudieran hervirnos para matar el bicho, lo harían, pero se quedarían sin mano de obra. Mientras te alientan a que sigas pero en tu casa. Vos te empezás a preguntar qué diferencia existe con el arresto domiciliario.

No se ven chicos en los parques, las plazas, abuelos (renovada población de riesgo) cuidando a sus nietos. Diría Tonucci que una ciudad pensada para niños es buena para los adultos. ¿Y una ciudad sin niños?

Vivimos un estado de excepcionalidad, de asombro, pero al mismo tiempo de naturalización de cosas que hasta algunas semanas atrás nos hubiéramos horrorizado. La Peste, de Camus, cobra renovada vigencia, como un “F5” en nuestro navegador, y nos encontramos con el internacional COVID 19, que se insiste en determinar su origen en China. La peste viene del otro. El otro “siempre” es una amenaza. Se instala el temor de convertirse en ese “otro” cuya otredad no atrae sino que se condena.

Y por eso aceptamos el confinamiento, porque el peso social de considerarnos un-otro-amenaza- social-de-la-salud-pública, en el altar de una inquisición que se equipara a la conciencia cívica.

¿Y mientras tanto qué hacemos? Programa E.N.T.R.E.T.E.N.E.R. para pasar el tiempo. La clase media acomodada, le teme al exceso de peso por sus frecuentes recaídas en la angustia oral, y la heladera llena. El que vive en los márgenes, por no decir expulsado, observaría otra angustia, la de no poder llenar la panza porque su día a día de “ganar el mango” quedó mutilada.

¿Y quienes trabajamos en la educación cómo sobrellevamos todo esto? Nos piden que maquillemos todo de una supuesta normalidad, le damos para adelante, con lo que tengamos a mano. Porque nos gustan los desafíos, pero no tanto cuando esto se convierte en una nueva normalidad. Porque la realidad es de contingencia. Somos conscientes, como escribe Carlos Skliar, que nos salva cierta ritualidad, pero no una determinada repetición. En este escenario, la educación es un salvavidas para sobrellevar el agobio del confinamiento, pero sin construir en modo automático un nuevo “habitus”, en palabras de Bordieu, que naturalice y neutralice la toxicidad de vivir en una jaula y sonreir convenciendo a los demás que rexiste la belleza detrás de los barrotes y te ponés a cantar desde el balcón...

  • w-facebook
  • Twitter Clean
  • w-youtube

© 2014 by EDUARDO MAROSTICA. Proudly created with Wix.com

bottom of page