
EDUARDO MAROSTICA
El tiempo efímero de la vivencia en cuarentena
Vivimos la era de lo efímero. ¿La vivencia se impone a la experiencia? Hay que vivir el presente nos aseguran, porque lo que tenés hoy es el presente. ¿Por cuanto tiempo?
Al fin y al cabo, como dice Byul Chul Han, “el presente no tiene ninguna sustancia en sí. Sólo es un punto de transición.” Tal vez en esta sociedad materialista lo único que trasciende la inasibilidad del presente son los objetos, como barandas de la cual aferrarnos a esta sensación de vértigo de la instantánea que deja de ser. Lo que hacés ya es pasado. Esa idea tan elíptica como tanguera de que hoy vas a entrar en mi pasado, tiene asidero. La eternidad se convierte en el anhelo de un presente imperecedero: un presente sin fin.
El mismo filósofo tensa la cuerda y presenta la experiencia como organizadora del pasado y la vivencia, como algo efímero, confundido con picos de actualidad. Lo actual, el instante en que estás presente. Aquí y ahora. Pienso las redes sociales como el altar de exaltación de lo efímero. La vivencia en su intento historizador. El silencio de lo anónimo irrumpe dejando su huella en la arena de la red.
Tal vez un arquéologo, o antropóĺogo dentro de cientos de años indague en los vestigios de la nube, algún retazo de la historia de nuestro tiempo entre los intentos fosilizados de trascender a través de la memoria de millones de individuos, que luchan contra la muerte de la indiferencia de una historia que seguramente no los tendrá en cuenta.
Juan José Sebreli asevera que las fotos de hoy comparadas con la de un siglo atrás, no tienen historia. Las fotos digitales se pierden, se borran, se olvidan, no interesa conservarlas, se vuelven evanescentes, “lo que sólo importa es las exaltación del presente inmediato como única realidad”, y que “la muchedumbre solitaria que se conecta por las redes, genera lazos frágiles.
Hoy día, en este confinamiento decretado, no te queda alternativa que el recomendado sexo virtual, y quedarte en tu casa para refugiarte en la fragilidad de una relación on line o en el otro extremo del hacinamiento familiar. Nada de medias tintas.
“Nada es gratis”, diría un viejo amigo que hoy ya no está. Y pienso en esta cuarentena, que dejará huellas que ya se sienten. Jamás imaginamos que la salud pública pondría en jaque la salud mental de la población.
Y vuelvo sobre la experiencia que trata de ordenar este presente que no elude el deterioro tanto de nuestra calidad de vida, como de nuestras relaciones afectivas. Que aprendemos paulatinamente a conformarnos con poco, con lo que queda, sazonada con un futuro incierto de salarios y economías de guerra. Me pregunto ¿alguien gana con todo esto? ¿quién sabe?, probablemente si. Aunque estoy seguro que todxs perderemos algo. Algo mutó y todavía no podemos advertir para precisarlo. Y aquí entra la memoria de nuevo, en su proceso selectivo, porque la vivencia de este presente duele, ¿cuál será el derrotero de nuestra memoria como individuos?, ¿intentará ser corregida por una historia oficial? Dentro de un tiempo, cuánta diferencia tendremos entre nuestro relato, acerca de nuestra experiencia individual y el otro como sociedad? ¿Soportaremos la diferencia? ¿Se tolerará?
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